JOSE COBO
Born 29 of July, 1958 in Santander (Spain).
SOME NOTES ABOUT ART-2
My most recent sculptures often represent children at the time when they begin experiencing their own environment. The first we see is the back of their heads rather than their faces. That is where our first sight is directed and the first image we make out of the child. One must search for the face that is not easily accessible even though it is not concealed. When we approach the sculpture of a small child, due to its size it can be scanned at a glance, our point of view from above could be equivalent to that of an outside monitoring device that controls the image and therefore the whole action. As I mentioned before, we don’t immediately see the face and therefore the child does not confront us, nor does he try to seduce us with his tender childhood.
In several of the sculpture installations of groups of children, they interact with each other. However, from our vantage point they seem to be part of the environment that is under observation, that tries to be controlled from the outside, manipulated or studied, aiming to optimize the interactions among its elements. This perception of surveillance is easy to feel when one looks from above on a small child, although in our own scale, positioned on the floor. This overview sensation is transferable to a full composition displayed on a wall when it is seen from a certain distance. When we approach the sculptures and still see them from afar, due to the angle of our view in relation to the children, we see them as we have from above. Often the wall with the installation would be interchangeable with the ground, as if it had folded upwards always opposite to our sight, shifting between the horizontal and vertical planes. The figures are small because they are children even though they are full scale. They are still recognizable as our own and therefore sharing space and level of existence though not size.
The mural titled “Incarnation” emulates some baroque compositions in which there appears to be two levels of existence, one earthly and the other supernatural. Incarnation could be understood both for the development of flesh that is produced with the enlargement of the body while growing, and also could be understood in the sense of spirit that materializes in a body, just as we consider the embodiment of God in Christ in order to redeem humankind, or the embodiment of diverse religious mythological deities aimed to facilitate interactions with humankind. A child that descends down the wall represents the first level of existence and the second is represented by a group of four children arranged along the edge where the wall and the floor merge. The four heads form a broken compositional line that contrasts and reinforces at once the line where horizontal and vertical planes merge.
This piece was made in 2012 and I designed it specifically for the gallery space of Arnes + Ropke in Madrid, where it was exhibited for the first time. As a mural that, to a large extent, references baroque painting, it was of great satisfaction to me to discover through the lens of my camera (when I was taking pictures of the exhibition), a real baroque space in which the mural “Incarnation” appeared as if reflected in a big mirror. The physical composition seemed to exist in the same ground as the photographer’s but only visible through the mirror (that doesn’t exist in actuality). The division of the space in the gallery produced this effect. In my earliest pieces of “Painted men”, I had already resorted to the device of the virtual mirror as a magnifier and a distorter of reality at the same time. Now I found it in a completely different domain, this time again without an actual mirror, only the reflection.
UNAS NOTAS SOBRE ARTE 2
Las esculturas mas recientes representan a menudo a niños cuando comienzan a experimentar su entorno. Lo primero que vemos es el cráneo mas que la cara. Allí es a donde se dirige el primer golpe de vista y la primera imagen que formamos del niño. La cara, sin estar oculta hay que buscarla y no es de fácil acceso. Cuando nos acercamos a la escultura, debido a su tamaño es abarcable de una sola mirada y nuestro punto de vista seria el equivalente al de un objetivo exterior que controla la imagen y por tanto puede abarcar toda la acción. Como he mencionado anteriormente no vemos inmediatamente la cara del niño y por tanto ni nos confronta ni trata de seducirnos con si ternura infantil.
En varios de los grupos de esculturas de niños que he realizado, ellos interaccionan entre si y sin embargo desde nuestro punto de vista parecen parte de un ambiente en observación, que se trata de dirigir desde afuera, manipular o estudiar con el fin de optimizar las interacciones entre ellos y nuestro control. Esta sensación de objetivo abarcable es fácil de percibir cuando se mira desde arriba a una escultura pequeña y sin embargo en nuestra escala, posicionada en el suelo. Esta sensación es trasladable a una composición en una pared observada desde cierta distancia. Al aproximarse a las esculturas y verlas aun desde lejos, debido a nuestro punto de vista en relación al niño, como desde arriba, a menudo la pared con la instalación seria intercambiable con el suelo, como si este se desplazara plegándose hacia arriba, siempre opuesto a nuestra mirada oscilando entre vertical y horizontal. Las figuras son pequeñas por tratarse de niños, aunque estén a una escala real, reconocible como nuestra y por lo tanto difuminando los limites entre lo real y su representación, compartiendo espacio y nivel de existencia aunque no tamaño.
El mural titulado “Encarnación” emula las composiciones barrocas en las cuales hay dos niveles de existencia, uno terrenal y otro sobrenatural. Encarnación se puede entender por el desarrollo de carne que se produce en el aumento de la masa corporal en el crecimiento y también se puede entender en el sentido de espíritu que se materializa en cuerpo, considerando desde la encarnación de Dios en Cristo para redimir a la humanidad hasta la encarnación de divinidades en diversas mitologías religiosas para propiciar interacciones con la humanidad.
El primer nivel de existencia esta representado por un niño que desciende y el segundo por un grupo de cuatro niños dispuestos a lo largo del ángulo que forman la pared y el suelo. Las cabezas de estos cuatro se suceden formando una línea de composición quebrada que se contrapone y refuerza al tiempo la línea formada por el borde donde convergen los planos vertical y horizontal.
Esta obra del año 2012 ha sido expuesta por primera vez en la galería Arnes + Röpke de Madrid para cuyo espacio la diseñe. Tratándose en gran medida de una cita a la pintura barroca ha sido una gran satisfacción encontrarme a través del objetivo de mi cámara, (cuando fotografiaba la exposición), con un espacio realmente barroco en el que este mural “encarnación” aparecía como reflejado en un gran espejo. La composición física parecía encontrarse en el terreno del fotógrafo pero solo visible a través del espejo (que no existe). Este efecto se producía por la división del espacio de la galería. Ya en mis primeras obras de “Hombres pintados” había recurrido al motivo del espejo virtual como aumentador y distorsionador de la realidad. Ahora me lo he encontrado en un ámbito completamente diferente, y hasta ahora sin el espejo físico.