José Luis Carranza - José Luis Carranza Gonzalez
"Mi pintura no se construye como un proyecto, simplemente se origina como por generación espontánea, es como la vieja idea de dejar un trapo húmedo y putrefacto en la oscuridad para que de él nazcan serpientes, sapos, arañas y demás alimañas hiperactivas (…) No escapo de la realidad, al contrario, voy paralelo a ella, mi histeria se genera en ella y ella se genera en mi histeria "
José Luis Carranza
Los cuadros evocan la celeridad de la pincelada del pintor que estuvo allí mismo antes que nosotros, cuando la tela estaba en blanco. Sus colores límpidos, flamantes – que me hacen pensar en fuselajes – siempre parecen frescos y han sido aplicados con fruición para cubrir la superficie virgen y con ello segregarles una piel a esos personajes casi siempre jóvenes con los que pintor se ensaña: Adolescentes subyugados por una anomalía mental desconocida sintomatizada por esas pupilas anegadas de asombro, parapetadas dentro de la cabeza; cada vez más extáticos ante ese que se mueve delante mientras los escruta, más desnudos, en medio de una corrupción psíquica también creciente. A Carranza no le bastó con irlos despojando de la ropa y mutilarlos sino que ahora, además, los ha confinado al “encierro” en medio de una naturaleza deseante y claustrofóbica, colmada de plantas y animales en la que estos muchachos no tienen la menor oportunidad de sobrevivir. Y por lo que la mayoría de cuadros manifiesta, van perdiendo la postura erguida y ahora reptan o hacen el amago de volar. Pero es muy tarde: no se retorna al origen impunemente.
"Siempre trabajo en varias obras de manera simultánea, jamás las avanzo una a una. Es una necesidad imperiosa el estar siempre rodeado de imágenes, de ojos, de mandíbulas; detesto el vacío y de hecho, un taller en blanco solo me causa horror"
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"La anatomía, por ejemplo, es una constante en mi trabajo y en mi modo de vida. Siempre estuve rodeado de libros de medicina y anatomía, huesos, escalpelos y demás cosas (en parte por mi padre y también por propia afición). Me interesa el valor visual de la disección de un cuerpo; el funcionamiento de todo este aparato posee para mí una hermosura inigualable; los brillos de las vísceras y mucosidades o los tonos rosados de ciertos órganos, la perfecta construcción de un cráneo, la monumentalidad del tracto digestivo que extendido se parece a un calamar gigante, los destellos de una boca abierta, los dientes (en esto coincido de manera descarada con Francis Bacon), las venas y las arterias que magnificadas parecen una perfecta obra abstracta. Todo eso es lo que veo."
"La anatomía, por ejemplo, es una constante en mi trabajo y en mi modo de vida. Siempre estuve rodeado de libros de medicina y anatomía, huesos, escalpelos y demás cosas (en parte por mi padre y también por propia afición). Me interesa el valor visual de la disección de un cuerpo; el funcionamiento de todo este aparato posee para mí una hermosura inigualable; los brillos de las vísceras y mucosidades o los tonos rosados de ciertos órganos, la perfecta construcción de un cráneo, la monumentalidad del tracto digestivo que extendido se parece a un calamar gigante, los destellos de una boca abierta, los dientes (en esto coincido de manera descarada con Francis Bacon), las venas y las arterias que magnificadas parecen una perfecta obra abstracta. Todo eso es lo que veo."
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Carranza es muy elocuente respecto a lo que hace y en ello lo reconocemos generacionalmente: realizó sus estudios durante una etapa en la que se creyó que el artista tenía que saber “sustentar” su propuesta. El tiempo ha pasado y vemos que esa exigencia en verdad servía para orientar el ojo de aquellos galeristas y seudo curadores sin mucho criterio, aquellos que necesitan “leer para creer”. Esto hizo – y hace – que nos topemos con regimientos de supuestos artistas que son capaces de resolver únicamente en palabras lo que deberían resolver mediante la forma. Carranza, en todo caso, que podría permanecer inmutable ante su vociferante y polifónica obra, sabe reseñar su propio mundo. Y está bien. Pero por suerte un artista no sabe todo de sí mismo – nadie lo sabe – y ese espacio abierto nos mantiene en la brega, digamos que habilitados, a quienes escribimos sobre arte.
Manuel Munive Maco
Mayo, 2009
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